La “demonización de Roca” –como dice su inopinado, sorprendente e
incongruente defensor– parece ir en esa sintonía. ¿Qué sentido tiene el reclamo
de eliminar la imagen y derribar las estatuas del creador del Estado nacional y
artífice del triunfo del interior argentino sobre Buenos Aires? ¿Por ser el
perpetrador de la fase final del genocidio indígena?
Pues bien, si ése el motivo, eliminemos su imagen y derribemos sus
estatuas, pero sólo si antes eliminamos las imágenes y derribamos las estatuas
de Rivadavia, Mitre y especialmente del autor intelectual y cimentador
ideológico de la tragedia indígena: Domingo Faustino Sarmiento.
Y si no, no. (Por Teodoro Boot)(Estigmatizarlo como genocida: ¿Justicia indígena
o venganza porteña? publicada en Pajaro Rojo).No lo sé, pero a mí me parece interesante que ese monumento esté y que entre otras cosas quede como una marca real y cierta de lo que sucedió. No invisibilizar a Roca, sino intervenirlo, trabajarlo, que sea una presencia que obligue a tomar posiciones, partidos, a producir una contra-estatuaria. Me parece que la invisibilizacion de Roca nos haría creer que el triunfo cultural sobre ese relato, nos estaría liberando de la posibilidad de que haya un nuevo Roca o peor: un Galtieri, un Videla, un Martínez de Hoz. Y eso es absolutamente erróneo, porque las condiciones para que haya un nuevo Roca, o un Martínez de Hoz, son las condiciones del capitalismo. Y no son condiciones meramente culturales. Uno puede producir movimientos culturales muy importantes pero hay algo en el capitalismo que produce eso: como produce en serie productos para el mercado, también produce muertes en serie. No está cerrada esa historia, por más que se borre a Roca. (Por Javier Trimboli)(entrevista por Julia Mengolini / Ni a palos)
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