Por Ezequiel Meler
Cenizas y diamantes
Captar lo que el instante tiene de propio a veces es más difícil de
lo que parece. En el orden electoral, el kirchnerismo espera con cierta
impaciencia el resultado que confirme a) su tercer mandato consecutivo,
b) el máximo guarismo alcanzado en su historia, c) la inclusión de los
datos anteriores en un nuevo tipo de relato que, de tener el tiempo
suficiente, generaría una verdadera edad dorada en la historia del país:
eso que los economistas, algo profanamente, llaman “milagro”.
El círculo virtuoso de exportaciones, recaudación, inversión pública,
consumo y reinversión privada que se encuentra en la base de los años
kirchneristas ha alcanzado su cénit. Al mismo tiempo, sin embargo,
sombras de antaño de un mundo en crisis se ciernen sobre los logros del
país. La caída del precio de la soja
es apenas el primero de los malos augurios de un orden económico que
jamás podría sustentarse en el vacío. Algo similar sucede con la fuga de divisas,
que aunque no amenaza por el momento con llevarnos a las infernales
experiencias de antaño, resulta una advertencia a tener en cuenta
respecto del cambio de vientos que tiene lugar en los mares del Sur.
Con todo el mérito que tienen los conductores del país desde el
desastre de 2001, y a través de la primera oleada del tsunami bursátil
que tiene lugar desde 2008, todo parece indicar que, en el nuevo
escenario, los logros sociales que colocaron al gobierno de Cristina
Fernández en un merecido primer plano en la historia de la región, serán
menos el objeto de ulteriores avances que la necesaria trinchera desde
la que deberá defenderse la gestión política de una economía global en
caída libre. Acá no hay desacople:
la profundización del modelo pasará, en los próximos meses, antes por
su encarnizada defensa, por el sostenimiento de la inversión, el empleo y
el consumo, que por nuevas conquistas.
La presidencia lo sabe, y apuraría, si pudiera, el tempo político aún
más para que sea con la imagen de lo conseguido con que se tomen las
decisiones y se brinden los instrumentos políticos que han de gobernar
al país, al menos, hasta 2013. Lo que viene es la tormenta perfecta y,
aunque nuestro alejamiento de los circuitos financieros y nuestra baja
ratio de deuda sobre PBI nos colocan en posiciones mejores a la hora de
enfrentarla, no cabe ilusionarse con permanecer ajeno a ella.
Por eso es importante reconocer los gestos que hacen al estilo que
viene. La referencia a la unidad de los argentinos, el constante
acercamiento con el empresariado, son gestos que muestran claramente un
rumbo propio del peronismo: acordar primero todo lo que se pueda en el
frente interno, para salir a negociar lo que se deba -y habrá que ver
con quién- en el frente externo. El dilema opositor -vg: anti o post
kirchnerismo- está próximo a la irrelevancia, pues en los años que
vienen el mandato que el kirchnerismo recibiera al nacer -esto es,
apostar al crecimiento de una economía quebrada en un mundo que crecía-
se han revertido de modo dramático-. Ahora tenemos, al menos por este
año, una economía que crece en un mundo que quiebra.
No dudo, ni por un instante, en que todo esto haya sido previsto. Por
una vez, cuando se trata de la estabilidad económica, el gobierno suele
estar un paso adelante. Será después de octubre cuando sepamos cuál es
el rumbo que ha decidido tomar. Y será también a partir de entonces
cuando podamos medir, adecuadamente, cuánto vale para el votante esa
estabilidad cuya sonora ubicuidad semeja una muralla infinita, y cuánto
cotizan, por así decirlo, las cuestiones más estrictamente políticas de
la agenda oficial.
(aqui post original)
rosas,...muchas hicieron falta para estos perfumes....
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