7 feb 2012

M A L V I N A S democracia y soberania



creer, he alli toda la magia de la vida

( Raul Scalabrini Ortiz )

No catalogue vacío de sentido a lo que en el interior
de este libro llamo “espíritu de la tierra”.
Si por ingenuidad de fantasía le es enfadoso concebirlo,
ayúdeme usted y suponga que “el espíritu de
la tierra” es un hombre gigantesco. Por su tamaño
desmesurado es tan invisible para nosotros, como lo
somos nosotros para los microbios. Es un arquetipo
enorme que se nutrió y creció con el aporte inmigratorio,
devorando y asimilando millones de españoles,
de italianos, de ingleses, de franceses, sin dejar
de ser nunca idéntico a sí mismo, así como usted no
cambia por mucho que ingiera trozos de cerdo, costillas
de ternera o pechugas de pollo. Ese hombre
gigante sabe dónde va y qué quiere. El destino se empequeñece
ante su grandeza. Ninguno de nosotros lo
sabemos, aunque formamos parte de él. Somos células
infinitamente pequeñas de su cuerpo, del riñón, del
estómago, del cerebro, todas indispensables. Solamente
la muchedumbre innúmera se le parece un poco. Cada
vez más, cuanto más son.
La conciencia de este hombre gigantesco es inaccesible
para nuestra inteligencia. No nos une a él
más cuerda vital que el sentimiento. Cuando discrepemos
con sus terminaciones, quizá en el corazón
tengamos una avenencia.
                                    
LA GOTA DE AGUA
Acuidad avizora y vocación sin desfallecimientos
deben sostener al que procure indagar
las modalidades del alma porteña actual.
Y digo actual, porque se me ocurre una irreverencia
macabra la de andar desenterrando tipos
criollos ya fenecidos —el gaucho, el porteño colonial,
el indio, el cocoliche— cuya privanza inalienable,
aquella que no es mera caricatura o pintoresco
señuelo de exotismos, pervive y revive en
la auscultación clarividente de la actualidad. En
el pulso de hoy late el corazón de ayer, que es
él de siempre.
La tarea es desalentadora. Muchos hábiles y
bien pertrechados investigadores de almas se resignaron
a distraernos de su fracaso, connotando
las peripecias de sus frustradas tentativas, y algunos
incurrieron en la ligereza de negarle a Buenos
Aires, y por lo tanto a la república, una arquitectura
anímica completa e inconfundible. Razones
étnicas y simples traspasos de criterios, y
no verdaderas comprobaciones de realidad informaron
esos pareceres apresurados.
Su penetración no alcanzó a revelarles uno de los más extraordinarios
poderes de Buenos Aires: su facultad
catalíptica de las corrientes sanguíneas».
Excúseseme esta imagen que utilizaré seducido
por su valor de persuadir. Dos gases son el hidrógeno
y el oxígeno, y en ser dos gases distintos
se obstinan por mucho y muy enérgicamente que
se los mezcle. Podrán variarse las proporciones,
batirlos, trasvasarlos, presionarlos, y los dos gases
seguirán irreductiblemente aislados ante la pericia
del químíco. Pero un agente cataléptico —una
esponja de platino, una chispa eléctrica— determina
su inmediata combinación en un compuesto
cuyas propiedades rechazan toda relación de parentesco
con los progenitores: el agua. El porteño
es, una combinación química de las razas que alimentan
su nacimiento. El porteño es esa gota de
agua, incolora, inodora e insípida que brota en el
fondo del tubo de ensayo o que el cielo envía para
que la tierra fructifique.
Porque es entrevero de impertinente causalismo,
ignoraré por ahora la residencia de esa facultad y
lio, me arriesgaré a dilucidar si proviene de la facilidad
de subsistencia, de la superabundancia de
alimentos, del contagio de la soledad de los hombres
que llegaron solos tras una felicidad que se
les escabullía de las manos, de la proximidad de
la muerte y del tiempo que pasan rozando la llanura,
de la instabilidad de los azares o del agobio
de su cielo demasiado. Con virgen encantamiento
de niño, me abandonaré ahora a la contemplación
del mundo que se refleja en esta gota de agua que
rehila entre mis dedos.
La expedición es riesgosa. No hay accesorios
que puedan adquirirse a bajo precio: croquis que
admitan un retoque, despliegues de almas perfeccionables.
Todo lo porteño, el observador debe
extraerlo de esa veta rebelde y subterránea que el
espíritu forma bajo los hechos. Debe descubrir
las escenas, como quien descubre una gema; sopesar
los caracteres, inventar nuevos patrones de
medición; despojar al criterio de los engañosos
convencionalismos europeos, pescar las palabras
definidoras; formar hombres prototipos, superponer
manías individuales para trazar en la manía
envolvente la necesidad colectiva que las involucra
a todas. Bucear en el ambiente, y sentir
y pensar y actuar, a pesar suyo, como uno cualquiera,
viéndose y estudiándose vivir. Ser conejito
de indias y experimentador, simultáneamente.
Padecer y gozar, clasificando el padecimiento o
el goce en personal y genérico y así incansablemente,
para despellejar y mirar más de cerca a
los tipos apócrifos: el malevo, el patotero, el
hincha...
Construirlo todo, todo, y he allí lo desalterador,
hasta la misma realidad. La que el porteño muestra,
es su mentira. Al conferirlos, el porteño desvirtúa sus sentimientos más nobles por inspiraciones
de un raro pudor; sus ideas, por impropiedad
de sus medios comunicativos. Sirva de paradigma
el piropo, connivencia sin permutas corporales
entre el hombre y la mujer.








 

(fuente: www.elortiba)

El hombre porteño practica el lenguaje
con la iniciativa verbal de un niño. Crea o inhuma
vocablos, los retoca para acomodarlos, o los
refuga sin contemplación. Retasa el palabrerío
huero y mitiga la oquedad resonante del idioma
castellano. El porteño desconfía de las palabras
que en los libros se incautan. Las que él emplea,
las quiere rebosando intuiciones, sensaciones directas,
imágenes vividas y no rótulos de definiciones.
En los vericuetos de su desconfianza, el hombre
porteño presume que todo lo que se denomina
se momifica, y que no hay palabras tan grandes
como para empavesar toda la vida con ellas. Presume
que lo no dicho, lo que nadie podrá decir,
es incomparablemente superior a lo expresado.
Presume, tasándolo en sí mismo, involuntariamente,
que todas las dudas de Hamlet son tonterías
retóricas ante el cúmulo de perplejidades que se
arremolinan, se ciernen y se desvanecen en el
más mínimo instante de la vida de cualquier patán. El hombre porteño tiene animadversión
a las síntesis, porque, según él, nada es malo ni
bueno mientras no se lo designa. Por eso, es
hombre de pocas palabras, que calla sin otorgar,
hombre que se resiste a destruir la unidad de sus
sentimientos y de sus percepciones y envasarlos
en esas estrafalarias cajitas llenas de traiciones
que son las palabras.
Las palabras son juguetes peligrosos. El porteño
las manipula, las baraja, se divierte con ellas,
le gusta oírlas tejidas en frases, pero él no las
emplea como mediadoras de asuntos importantes,
es decir, no las emplea para clasificar a sus semejantes,
al hombre. Con un cuidado inconsciente
y sorprendente, evita anatematizar las personas,
lapidarlas con adjetivos irrevocables. Sopesa las
acciones y no los ejecutores. De preferencia, dice:
“Jugó bien” y no “Juega bien”. “Fue generoso”
y no “Es generoso”.
Su afán de no inmovilizar lo humano, de no
estructurarlo, ha creado un lenguaje de más en
más esotérico e irreproducible en la escritura, en
que la vida puede derivar sin estrellarse contra
las palabras que la van registrando. Emplea voces
más semejantes a interjecciones que a legítimas
palabras. Son vocablos sin convicción, ambiguos,
equívocos, cuya traza varía entre antagonismo e
incompatibilidades preceptúales muy cercanas al
absurdo.







5 feb 2012

Un modelo agotado

Por Horacio Verbitsky


El ministro de Justicia y Seguridad bonaerense, alcaide mayor Ricardo Casal, montó un apurado show publicitario para defender un modelo de gestión policial y penitenciario agotado, que en pocos días produjo dos episodios tremendos, con sendos asesinatos de hombres pobres jóvenes: el asesinato de un pibe en Florencio Varela por una organización de narcos con protección policial y la muerte a golpes y patadas por funcionarios del Servicio Penitenciario Bonaerense de un joven detenido en la cárcel de San Martín. Ambos fueron esclarecidos con la injerencia del gobierno nacional, junto con organizaciones de Derechos Humanos y/o de militancia política y barrial, y señalan un modelo distinto de gestión que cuestiona en la práctica a Casal. La apuesta del ministro es que los crecientes niveles de violencia extra e intramuros generen adhesión en otros sectores de la sociedad, asustados por la psicosis de la inseguridad y tolerantes con cualquier medida de discriminación represiva contra la población penitenciaria o la de los barrios humildes de los que proviene ese ganado humano.

Con Z de zonzo

Ambos casos coincidieron con el tercer aniversario de la desa-parición de Luciano Arruga y el primero de los asesinatos cometidos en José León Suárez, siempre por personal de la bonaerense. Casal obstruyó la investigación sobre Arruga, al retacear el uso del único geo-radar del país en un terreno en el que se presumía estaba sepultado Arruga y sobre el que avanzaba la construcción de un edificio. También inventó una versión fantástica sobre una banda criminal que habría hecho descarrilar el tren en José León Suárez para saquearlo. El viernes, Scioli dijo que los asesinos habían sido “dos policías irresponsables”, lo cual implica desconocer la cadena de responsabilidades que según la investigación del CELS alcanza por lo menos a sus superiores que programaron y coordinaron la agresión y luego falsearon los hechos para encubrir lo sucedido. Entre ellos están los comisarios Mario Briceño y José Antonio Cortez, ambos confirmados y el primero ascendido por Casal.
El mismo patrón de falseamiento de los hechos se propuso ahora, en Florencio Varela y en la cárcel de San Martín, pero la participación federal se lo impidió. Apeló entonces al segundo capítulo del manual. Cada vez que queda en evidencia la vinculación de funcionarios policiales o penitenciarios con redes delictivas, Casal recurre para taparlas a otras formas de ilegalidad, de mayor consenso social. Centenares de efectivos caen de madrugada sobre un barrio popular, allanan domicilios con o sin orden judicial, rompen puertas y muebles, maltratan a mujeres y niños, detienen a decenas de personas por averiguación de identidad, con lo que complican su situación laboral, y hasta colocan armas y sustancias estupefacientes, que luego se presentan como decomisados en el megaoperativo. Esta vieja práctica policial de “hacer estadística”, inflando números de cualquier manera, ha sido elevada a la categoría de instrumento político. Esto fue evidente este jueves, cuando además de acompañar a Casal en la revista de las armas y vehículos secuestrados y anunciar un nuevo golpe contra la droga y el crimen organizado, Scioli inauguró las refacciones de un polideportivo, entregó equipamiento médico y escrituras de viviendas, y firmó créditos para diversas obras. Los casos imaginarios más recientes ocurrieron en diciembre, cuando el gobierno provincial anunció que había secuestrado el mayor cargamento de cocaína de la historia y detenido al segundo jefe del cartel mexicano de Los Zeta. En realidad se trató del bluff más grande de la historia y las únicas Z son las del zonzo que pensó que semejante invento podría pasar sin consecuencias. La comunidad de inteligencia nacional e internacional no tenía registrado a ese presunto jefe de la organización más observada, no había pedidos de captura vía Interpol, ni actuaciones previas de la bonaerense sobre él. Una agencia estadounidense envió una delegación a la Argentina para verificar de qué se trataba. El tema fue sepultado en el olvido y el comisario general Roberto Castronuovo, que había sobrevivido al caso Candela pese al involucramiento de uno de sus confidentes, perdió su lugar en Investigaciones.

La muerte de El Pelado

El 11 de diciembre, Santiago Mont invitó a subir a su auto para tomar unas cervezas a Carlos Gabriel Fretes, El Pelado, de 22 años. Ambos eran vecinos en el barrio Agustín Ramírez, de Florencio Varela, que surgió hace casi veinte años de una larga lucha popular por la tierra. El cuerpo del Pelado apareció al día siguiente en un descampado de Longchamps, con signos de crueles torturas, tajeado, quemado y con la cabeza partida con una mole de concreto. Una organización ejemplar de la zona, el Centro Angelelli, que edita un periódico, prepara una radio y organiza una red de centros comunitarios en los distintos barrios de Varela, atribuye el crimen a una organización de narcos, con protección policial y ramificaciones políticas. El abogado del Centro Angelelli, José Luis Callegari, conocía al hermano mayor del Pelado, el militante social Lisandro Fretes, de 28 años. Montt era el lugarteniente del capo de la red de comercialización de estupefacientes, el puntero político Américo Claudio Mena, quien también controlaba varias cocinas en comercios del barrio. Luego de una detención por homicidio, Mena llegó desde Lanús, donde su referente político fue Manuel Quindimil. Mena y Montt viven calle de por medio, en las únicas casas ostentosas de un barrio cuya única necesidad satisfecha es tener un nombre. Los autos y camionetas de lujo con hombres mayores bien vestidos y adolescentes pobres superproducidas son los indicios ostensibles de la venta de drogas y la prostitución infantil, que constituyen el ominoso horizonte de la juventud. Nadie puede entrar ni salir del barrio sin conocimiento de la comisaría 2ª de Varela, cuyo jefe llevaba allí 14 años, algo imposible sin un acuerdo extralegal. Mena, quien disputó la conducción de una asociación vecinal, a través de la cual se vinculó con el Director de Integración Comunitaria, Jorge Roldán, acusaba al Pelado por un robo de dinero y drogas de su casa. Cinco meses antes habían tenido un incidente en la calle: Mena le pegó, le reprochó haber dicho que era un narco y dijo que había querido robarle un camión. Callegari puso el caso en conocimiento del CELS. En varias reuniones con vecinos, dos de sus directores, Paula Litvachky y Diego Morales, reconstruyeron los hechos. La clave fue Lisandro Fretes, quien se reconoce como heredero de las luchas por la tierra que protagonizó su padre. Lisandro recorrió casa por casa del barrio en busca de testimonios y logró hablar incluso con los pibes y las chicas que estaban en la casa de Montt, cuando torturaron al Pelado para que confesara una delación que negaba haber cometido. Varios testigos contaron que la noche siguiente al homicidio policías de la 2ª retiraron bultos de la casa de Mena durante un apagón que duró 15 minutos y los llevaron a la comisaría, en autos del dueño de casa que hicieron conducir a pibes del barrio. Allí esperaba Mena antes de fugarse. También hubo un intento de prender fuego a ambas casas. Junto con vecinos indignados, participaron desconocidos. La fiscal de Lomas de Zamora, Mariana Monti, había ordenado custodiar la casa de Montt, donde mataron al Pelado, pero la policía la desguarneció. Lisandro Fretes contuvo a sus conocidos y los organizó para que impidieran que en el tumulto alguien contaminara pruebas del crimen. Esta historia fue narrada por sus protagonistas al vecino más famoso de la zona, el flamante vicegobernador Gabriel Mariotto, quien visitó la humilde casa de los Fretes en enero. Llegó junto con los senadores Cristina Fioramonti de Kunkel, Santiago Carreras (de La Cámpora) y Sergio Berni y los representantes del Centro Angelelli y del CELS. El intendente Julio Pereyra había recibido a la familia Fretes pero sin permitir que ingresaran los abogados del CELS ni del Centro Angelelli. Pereyra ofreció una reunión con el comisario de la 2ª, pero Lisandro la rechazó. Se refirió a los problemas que tuvieron con la policía todos los vecinos que denunciaron a Mena, al nulo resultado de todos los allanamientos, al funcionamiento de varios bares para la venta de drogas que nunca fueron molestados por la 2ª y a los pedidos de coima denunciados por 18 comerciantes. Inquieto desde el comienzo, Pereyra llamó entonces al jefe distrital de la policía de seguridad y dijo que si en esa instancia no se resolvía el caso, él hablaría con el gobernador. Prometió iniciarle un sumario a Roldán y se quejó de que nadie le había informado de sus relaciones con Mena ni de las prácticas de la comisaría 2ª. Una vez que Pereyra se retiró, el Secretario de Gobierno recibió la información sobre las necesidades edilicias y de iluminación de los barrios que le transmitieron Fretes y Callegari. Sabía que el CELS había pedido a Mariotto que recibiera a la familia. “El caso es grave y justifica una amplia intervención política”, le respondió Diego Morales. Después de escuchar a Fretes, Mariotto reclamó la intervención de la comisaría 2ª, de la que ya había sido relevado el jefe de calle, Leonardo Druille. El subcomisario, Tomás Rudakoff, había atribuido el asesinato a una pelea entre bandas de narcos. El subsecretario Operativo de Seguridad, Emiliano Baloira, le dijo que sólo dejaría al comisario Roberto Alvarez Damelio, hasta que negociara la entrega del prófugo Mena.
–Ninguna negociación o lo hago público –le respondió Mariotto.
En ausencia de Casal, de vacaciones, Baloira lo consultó con Scioli, quien le ordenó acatar las indicaciones de Mariotto. La comisaría fue intervenida y todo su personal relevado. El vicegobernador hizo algo más: solicitó a Nilda Garré cooperación federal para hallar a los prófugos. Con la información provista por la Gendarmería, que también proveyó en forma transitoria seguridad al barrio, Mena y Montt fueron detenidos en un par de días. Santiago Montt, asistido como defensora por Mariana Pagani, una abogada próxima a Casal, declaró que al Pelado lo mató Mena. Acaso la fiscal Monti avance sobre Roldán más de prisa que el sumariante municipal. La visita pública de Mariotto y Sergio Berni a Nilda Garré el jueves 26 de enero fue para agradecer el apoyo de Gendarmería que completó la resolución del caso. Pero no sólo. Lo sucedido en Varela marca un modelo de intervención territorial que podría replicarse en otros lugares del conurbano.

Diez a uno

Nada será simple, sin embargo. Dos días después, el sábado 28 de enero, una decena de penitenciarios asesinaron a puñetazos y patadas a Patricio Jonathan Barros Cisneros, de 26 años, detenido en la Unidad 46, del sórdido complejo penitenciario de San Martín. Su hermano Diego denunció el año pasado que el personal del SPB sacaba a los detenidos a robar para ellos. En el horario de visitas comenzaron a golpear a Patricio en el patio, a la vista de otros presos y de su propia esposa, Alejandra Gisela González, de 18 años, embarazada. Estaba enojado porque no les permitieron verse en un sitio con mínima privacidad y no ante todos. La piba, que tuvo que aguardar cuatro horas antes de que le permitieran ingresar, fue forzada a salir a la calle y poco después le informaron que su esposo se había suicidado. El prefecto mayor Leonardo Jorge Dziata escribió en el parte oficial que Barros Cisneros esgrimió “un elemento punzante”, mientras le gritaba el encargado:
–Dame visita en una de las celdas porque te voy a cagar a puñaladas. Según la historia oficial, Barros intentó tomar como rehén al adjutor Rodrigo Chaparro quien “procedió a entablar un diálogo” para que “depusiera su actitud hostil”. Como no lo consiguió, “tuvo que utilizar la fuerza mínima e indispensable”. Esto lo enardeció contra el personal que, para controlar la situación, “tuvo que utilizar elementos de sujeción (esposas) y gas pimienta (PPQ)”. Aun así, “una vez reducido”, Barros “logra zafarse” y, “sin mediar motivo alguno, comienza a golpear su cabeza fuertemente contra la rejas para luego caer pesadamente contra el suelo”. También firman el parte tres detenidos que realizaban tareas de limpieza, peluquería y cocina.
La autopsia desmiente la pretensión del suicidio: Barros tenía más de treinta golpes en el cráneo y el rostro, con hundimiento del globo ocular izquierdo y decenas de lesiones en brazos y piernas, “compatibles con mecanismo de defensa frente a un ataque”. Según el médico penitenciario Federico Woodgate la muerte de Barros obedeció a un “paro cardiorrespiratorio”. Esto equivale a decir que está muerto porque se murió, ya que cuando alguien muere por cualquier causa su corazón se detiene y su respiración cesa. Woodgate deja las generalidades y se torna minucioso cuando describe las heridas punzocortantes y las escoriaciones en detalladas partes del cuerpo de Chaparro.
Los familiares que visitaban a otros detenidos llamaron al secretario de Ejecución Penal de la Defensoría General de San Martín, Juan Manuel Casolati, quien fue a la cárcel. Volvió el lunes con el Comité contra la Tortura de la Comisión Provincial por la Memoria, que todos los años publica un minucioso informe sobre la situación en las cárceles bonaerenses, y el CELS. De las 120 personas privadas de su libertad que entrevistaron, ni una aceptó la versión oficial. Dijeron que el lugar estaba repleto de penitenciarios, que se entrenan con pesas en la propia unidad, y que portaban escopetas, por lo que era inimaginable una agresión allí. Pero todos tenían terror de declarar. Aquellos que habían provisto la coartada al Servicio, el encargado de limpieza Martín José Matilla, el cocinero del Casino de Suboficiales Mario Pandianni y el peluquero Victoriano Acosta, fueron amenazados de muerte por los penitenciarios si se retractaban. Casolati pidió hablar a solas con el titular de la Unidad Fiscal de Investigaciones 1 de San Martín, Carlos Insaurralde.
–Hablemos aquí en el patio –le respondió.
–Hay mucha gente que puede escuchar. Tengo elementos sobre una muerte, que involucran al personal –insistió el defensor.
–No me interesa, y no se qué hace usted aquí –lo cortó.
Tampoco se interesó por el caso el Director de Población del Ministerio, Alejandro Santecchia, quien estaba de recorrida por la unidad al mismo tiempo que la delegación del CELS y de la CPM. Santecchia era acompañado por las autoridades pero no entrevistó a los detenidos ni ingresó a Sanidad. Roberto Cipriano, del Comité contra la Tortura, vio allí a un hombre que se tapaba una traqueotomía con un dedo. La socióloga Anabella Museri, del CELS, observó a un carancho devorar una rata. En un pabellón con nueve celdas, de cuatro camas marineras cada una, había 67 detenidos que, en muchos casos, pasan 23 horas por día encerrados. Vieron un hombre con el cuerpo cubierto de forúnculos por la contaminación del agua y otro con dos dedos deformados por los golpes del SPB y la falta de atención médica. A un tercero le faltaba un brazo y estaba cubierto de pus. Varias cucarachas se treparon a los visitantes. El olor insoportable del basural también es inhumano para el personal penitenciario. La reja no había sido resguardada y del piso donde Barros cayó fueron lavadas las manchas de sangre.
En su oficio a la UFI 1, Casolati narró que cuando Barros cayó, le patearon la cabeza y los testículos gritando:
–Aquí mandamos nosotros. A solicitud del CELS, la ministra de Seguridad federal, Nilda Garré, dispuso trasladar a los tres testigos amenazados por el SPB a la sede de Gendarmería. Garantizada así su vida, los tres contaron la verdad al fiscal Insaurralde:
–Por favor, no me peguen más, está mi familia allí –llegó a decir Barros.
–Ahora pedí por favor –le contestaron y siguieron golpeándolo hasta que quedó inmóvil. También dijeron que:
- Barros nunca se golpeó con la reja ni empuñó una faca, la arrojaron junto a su cuerpo cuando ya lo habían matado.
- Chaparro la usó para autolesionarse.
- Cuando Barros estaba caído boca arriba, enceguecido y ahogado por el gas pimienta, sangrando y con las manos esposadas a la espalda, el agente Benítez lo tomó del cuello para estrangularlo.
- El guardiacárcel Luna saltó varias veces sobre su pecho, otro al que llaman El Gallego le pateó los genitales y el oficial Mario le cacheteó la cara. Varios le patearon la cabeza. En total participaron del asesinato diez u once, entre ellos uno a quien conocen como Chino o Ken. “Era un tumulto de guardias”.
- Un oficial Silva les hizo firmar un parte que no pudieron leer y les dijo que cuando les preguntaran dijeran que después de amenazar al personal con una faca se golpeó contra la reja.
Recién entonces, Casal puso en disponibilidad a sus camaradas penitenciarios, recibió a la familia de Barros, bajó del helicóptero en la cancha de Racing y anunció con Scioli un nuevo Operativo Distracción. ( aqui la fuente)

3 feb 2012

apostillas al post anterior...institucionales...




Inauguración del Centro de Estudios Estratégicos para la Defensa “Manuel Belgrano”  

CONSTITUCIÓN DEL CENTRO SUDAMERICANO DE ESTUDIOS ESTRATÉGICOS PARA LA DEFENSA

 

 

 

 

 

 

 

 

un escrito. defensa. Malvinas. notas.


los militares como grupo social y su inscripcion en el Estado y la sociedad argentina. batallas intelectuales y politicas por la construccion de un objeto de estudio en las ciencias sociales


Por German Soprano
(fragmentos)
Si efectuamos una revisión de las ponencias en eventos académicos consagrados en la Argentina, tales como las Jornadas Interescuelas-Departamentos de Historia, las Jornadas de Sociología de la Universidad de Buenos Aires o las de la Universidad Nacional de La Plata, verificaremos la inexistencia de mesas, simposios o grupos de trabajo (no así de ponencias aisladas) destinados a tratar específicamente a los militares como grupo social. En tanto que en el Congreso Nacional de Ciencia Política, organizado por la Sociedad Argentina de Análisis Político, este tipo de trabajos es marginal y cuando existen se relacionan con el estudio del instrumento militar de la política de defensa y su localización en la política exterior. Por su parte, los eventos académicos del campo de las relaciones internacionales suelen ser los ámbitos donde se encuentran investigaciones relacionadas con la defensa nacional y –sobre todo desde los sucesos del 11 de septiembre de 2001 en los Estados Unidos- con los llamados procesos de securitización hemisférica. Excepcionalmente en 2003 CLACSO promovió el concurso “El papel de las Fuerzas Armadas en América Latina y el Caribe”. Tampoco hay revistas especializadas ni centros de investigación universitarios o de CONICET que tengan por objeto el estudio sociológico, politológico historiográfico o antropológico de los militares como grupo social o de las Fuerzas Armadas como institución, aún cuando, sí, hay instituciones que desarrollan investigaciones en temas defensa nacional y relaciones internacionales donde eventualmente es o puede ser abordada esta población como objeto. Sólo el Ministerio de Defensa y las respectivas Escuelas Superiores de Guerra de las FFAA y la Escuela de Guerra Conjunta producen publicaciones especializadas en temas de defensa y estrategia y, en el ámbito del Instituto de Investigaciones Gino Germani de la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de Buenos Aires, en mayo de 2010 se creó “Cuadernos de Marte. Revista de Sociología de la Guerra”.

Contribuciones al estudio de los militares como grupo social. Un (posible) ordenamiento en el estado del arte. 

Antes de introducirnos en la presentación de este estado del arte -y aunque en un caso no caen dentro de nuestro recorte temporal y en el otro en el recorte temático- quisiera efectuar dos consideraciones preeliminares relativas a autores y textos relacionados con nuestro objeto. En primer lugar, nos referiremos a la impronta señera de un puñado de investigaciones de los años previos a 1983. Por un lado, los estudios históricos de Darío Cantón (1971) y Miguel Scenna (1980) y de dos académicos extranjeros, Robert Potash y Alain Rouquié (publicados en Argentina entre 1971/1994 y 1981/1982, respectivamente) abordando las intervenciones efectuadas en la política, fundamentalmente, por el Ejército entre 1930 y 1976 y, en menor medida, por la Armada y la Fuerza Aérea. Entre las décadas de 1970 y 1980 estos trabajos fueron una referencia solitaria en el estudio sobre las relaciones entre política nacional y Fuerzas Armadas e, incluso hoy, son de consulta ineludible. Por otro lado, hay dos originales y poco conocidas investigaciones sociológicas -de notable impronta “germaniana”- que indagaron en la inscripción de los militares al interior de los grupos dirigentes nacionales –la de José Luís Imaz (1964)- y un estudio que comprende a los integrantes de las FFAA como grupo social, dando cuenta de sus actitudes y opiniones ante situaciones político-sociales críticas ocurridas en la Argentina de las décadas de 1940 y 1960 –que fuera efectuada por Jorge Ochoa de Eguileor y Virgilio R. Beltrán (1968). Hoy todavía es posible sostener que los aportes metodológicos cuali y cuantitativos hechos otrora por Potash, Rouquié, Ochoa de Eguileor y Beltrán, así como sus contribuciones sustantivas al conocimiento histórico y sociológico de los militares, no han sido suficientemente discutidos por nuevas investigaciones destinadas a cuestionar o bien a profundizar en sus enfoques y/o la definición de su agenda de temas y fuentes de información. ¿Por qué? Básicamente porque consiguieron desarrollar un análisis erudito centrado en las perspectivas y experiencias de los militares en sus intervenciones en la política nacional, pero atendiendo de cerca de las representaciones sociales que tenían de sí mismos, sus relaciones con dirigentes civiles de la época, a la dinámica de alianzas y conflictos personales, profesionales, corporativos, políticos e institucionales internos. Finalmente están los estudios de Guillermo O´Donnell sobre el rol de las Fuerzas Armadas en la configuración del Estado burocrático-autoritario y en la modernización del capitalismo periférico. Si bien sus trabajos fueron difundidos desde 1983, sus primeras definiciones y resultados fueron de comienzos de la década de 1970 y difundidos como documentos por Centro de Estudios de Estado y Sociedad (CEDES), en Desarrollo Económico: Revista de Ciencias Sociales del Instituto de Desarrollo Económico y Social (IDES) y en publicaciones académicas de los Estados Unidos, Francia, México y Brasil En segundo lugar, cabe citar investigaciones económico-sociales de los años ochenta, centradas en el estudio de los grupos económicos y empresas transnacionales que definieron el programa neoliberal de transformación radical de la estructura y economía de la sociedad argentina durante el Proceso de Reorganización Nacional (PRN).Estos trabajos asumieron una perspectiva muy generalizada en la época según la cual las Fuerzas Armadas operaron básica y unívocamente como el instrumento represivo que generó las condiciones materiales y subjetivas para la concreción del mencionado programa. La población-objeto de análisis de estos estudios no eran los militares, sino los poderosos actores económicos que intervinieron como mentores y orientadores políticos de los cambios producidos por el PRN. Sin embargo, las mencionamos porque (y quizá a pesar suyo) forjaron una difundida interpretación instrumentalista sobre la capacidad de agencia de los miembros Fuerzas Armadas, esto es, pensándola como un actor social puesto exclusivamente al servicio de los grandes capitales locales y transnacionales, carentes de especificidad o autonomía. Hecha estas aclaraciones, los textos académicos relativos al estudio de los militares producidos desde 1983 podrían ordenarse de acuerdo con la enumeración de los siguientes agrupamientos que evidencian ciertas afinidades temáticas entre sus autores, de enfoques y métodos teóricos y/o disciplinares, o bien relacionadas con sus adscripciones institucionales. El esfuerzo analítico invertido en este ordenamiento o estado del arte seguramente estará sesgado por el objetivo del presente trabajo: direccionar estas contribuciones plurales en función de un conocimiento de los militares como grupo en su inscripción en el Estado y la sociedad argentina.
2.1. Primer Grupo: Historia de liderazgos y formaciones militares en el siglo XIX.
Este grupo incluye a investigadores que han referido a su participación en las Invasiones Inglesas, la Guerra de Independencia, las Guerras Civiles, la producción del orden social en los Estados provinciales y en la emergente organización nacional, en la denominada Guerra de la Triple Alianza, en la custodia de las fronteras y el combate contra los indígenas. Si bien aquí hemos agrupado un conjunto heterogéneo de analistas sociales, cabría distinguir al menos dos subgrupos en su interior, pues sólo la arbitraria organización del estado del arte ha disuelto en esta totalidad decimonónica el perfil de aquellos que se autodefinen y reconocen como un grupo de especialistas singular y entre los cuales existente permanente e intensos niveles de interlocución.

 2.2. Segundo Grupo: Análisis de la intervención militar en la política nacional.

2.3. Tercer Grupo: Las relaciones cívico-militares.

2.4. Cuarto Grupo: La definición del instrumento militar de la defensa nacional.

2.5. Quinto Grupo: La política de defensa en la política exterior argentina

Comprenderlos en la producción y actualización de relaciones de género, generacionales, de clases sociales o étnicas, tanto en su participación como miembros de las Fuerzas como en sus interlocuciones diarias con civiles. Reconocer sus intercambios con vecinos, co-provincianos, con profesores y estudiantes en los ámbitos civiles donde realizan estudios. Identificar sus opiniones frente a determinados personajes públicos, procesos y eventos carácter social, económico, político y/o cultural que perciben y experimentan tanto como otros hombres y mujeres. Un esfuerzo intelectual de este tipo, sin dudas, supone la apuesta por un enfoque y métodos que establezcan situacionalmente qué determinaciones sociales que orientan el comportamiento de los militares son producto de las representaciones, la organización y la sociabilidad que los singulariza como grupo e institución. Hasta el momento, sin embargo, las ciencias sociales han centrado sus preocupaciones y explicaciones teóricas y sustantivas destacando, casi linealmente, dos visiones contrapuestas. Una que mira el accionar de los militares de un modo subordinado a la agencia e intereses de otros grupos sociales, tales como las clases dominantes locales y trasnacionales, la dirigencia política y castrense norteamericana o la Iglesia católica. Y otra que enfoca su autonomía corporativa por fuera del Estado, de la sociedad nacional y respecto del poder político civil. En este sentido, sólo el análisis historiográfico de los liderazgos y formaciones militares en el siglo XIX ha explorado en la inscripción de los militares en las coordenadas sociales y culturales más amplias de las configuraciones estatales y societales de la época, manteniendo una tensión analítica productiva entre la explicación por la autonomía y la heteronomía de lo militar.

La persistencia de esos enfoques que al estudiar a los militares destacan exclusivamente sus intervenciones autoritarias y represivas y su autonomía corporativa, terminan por invisibilizar otros problemas e hipótesis y dimensiones sustantivas que convendría explorar en el pasado y el presente. En este sentido, la realización de investigaciones que den cuenta simultáneamente de la singularidad social y cultural de los militares y de aquello que comparten con otros individuos y grupos de la sociedad argentina, todavía constituye un desafío a concretar en la agenda de las ciencias sociales. Para dar cuenta de ello, es preciso enfrentar la influyente presencia de esos abordajes teóricos y del sentido común académico que se sirven explícita o implícitamente de una lógica binaria que -de antemano- define estereotipos por medio de la afirmación de un “ellos” (los militares) versus un “nosotros”, los “enemigos” vs. “amigos”, los que encarnan “el mal” o “el bien”. Esos posicionamientos intelectuales revelan la incidencia activa de procesos anclados en el desarrollo de la historia reciente (y quien escribe estas líneas no puede sustraerse de ella) movilizando en forma apriorística ciertas elecciones teóricas y políticas que condicionan interpretaciones sustantivas. De allí que hayamos aludido en un comienzo a las batallas políticas e intelectuales dirimidas en torno de la definición de este objeto. No creo que haya respuestas únicas a este desafío, en nada sencillo por razones epistemológicas, políticas y éticas. Sin embargo, cualquiera fuese la opción demandará de una concepción del compromiso intelectual y político en la lucha contra el autoritarismo y en favor de la democracia que no vede la concreción de un análisis crítico y desprejuiciado sobre cualquiera de las dimensiones implicadas en el estudio de los militares en la Argentina.

(aqui el escrito completo en PDF)

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