Se
trata de llevar las cosas hasta el limite de lo posible, única forma conocida
hasta ahora, para anclar en la realidad una transformación efectiva. En todo
caso, de tener éxito, se estaría en condiciones de ir por los imposibles…e
incluso asumir el riesgo de merecerlos. No se trata de justificar los errores o
fracasos, a veces graves, sino de comprender el infinito camino de ricas
contradicciones que plantea la acción política transformadora…..avanzando en
múltiples direcciones con diversa suerte, gestionando lo que hay con las
fuerzas disponibles,….acumulando masa y volumen político allí donde la
correlación de fuerzas y la estrategia exigen y permiten el salto, el cambio,
el quiebre. Se sabe la carencia, no se es inmune al dolor que todavía la
injusticia provoca en millones de personas. Es precisamente ese impulso de la
sensibilidad el que permite apreciar los costos sociales que toda grave
modificación de la realidad supone y enseña. El gradualismo se nos impone casi
como un bien sagrado de estos tiempos,…sin ingenuidades y con un sentido revolucionario.
El tramo largo de la historia exige trabajo, paciencia, organización y sobre
todo una gran asunción de humildad en el convencimiento de que son varias las
generaciones que construyen y cada una tiene su tiempo, sus glorias y sus
noches. Los antiguos le llamaban Trascendencia.
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