A lo largo del tiempo,
nuestra memoria va formando una biblioteca dispar, hecha de libros, o de páginas,
cuya lectura fue una dicha para nosotros y que nos gustaría compartir. Los
textos de esa íntima biblioteca no son forzosamente famosos. La razón es clara.
Los profesores, que son quienes dispensan la fama, se interesan menos en la
belleza que en los vaivenes y en las fechas de la literatura y en el prolijo
análisis de libros que se han escrito para ese análisis, no para el goce del
lector.
La serie que prologo y que ya
entreveo quiere dar ese goce. No elegiré los títulos en función de mis hábitos
literarios, de una determinada tradición, de una determinada escuela, de tal país
o de tal época. Que otros se jacten de los libros que les ha sido dado escribir;
yo me jacto de aquellos que me fue dado leer. No se si soy un buen escritor;
creo ser un excelente lector o, en todo caso, un sensible y agradecido lector.
Deseo que esta biblioteca sea tan diversa como la no saciada curiosidad que me
ha inducido, y sigue induciéndome, a la exploración de tantos lenguajes y de
tantas literaturas. Se que la novela no es menos artificial que la alegoría o
la opera, pero incluiré novelas porque también ellas entraron en mi vida. Esta
serie de libros heterogéneos es, lo repito, una biblioteca de preferencias.
….hemos errado por el globo
de la tierra y del agua. Hemos llegado a Texas y al Japon, a Ginebra, a Tebas, y,
ahora, para juntar los textos que fueron esenciales para nosotros, recorremos
las galerías y los palacios de la memoria, como San Agustin escribió.
Un libro es una cosa entre las cosas, un volumen perdido entre los
volúmenes que pueblan el indiferente universo, hasta que da con su lector, con
el hombre destinado a sus símbolos. Ocurre entonces la emoción singular llamada
belleza, ese misterio hermoso que no descifran ni la psicología ni la retórica.
La rosa es sin porque, dijo Angelus Silesius; siglos después, Whistler declararía:
El arte sucede. Ojala seas el lector que este libro aguardaba.
(Prologo de J.L.Borges al libro “Los mitos griegos”
de Robert Graves 1985)